Schwingen – Lucha suiza al estilo del sumo
Con más de 300 000 espectadores, la Fiesta Federal de Lucha Suiza y Juegos Alpinos es un evento deportivo único en Suiza. Gabriel Yerly, luchador de la región francófona de Friburgo, descifra este deporte único en su género.
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Se trata de un evento deportivo que solo tiene lugar una vez cada tres años en Suiza. Alrededor de 300 000 espectadores se reúnen durante tres días para el Festival Federal de Lucha Suiza y Juegos Alpinos, el único evento que reúne a todos los principales luchadores de Suiza. En muchos sentidos el Schwingen es para Suiza lo que el sumo es para Japón. Pero si bien las reglas no son las mismas, ambos deportes nacionales representan algo sagrado y comparten una cierta mística. Un hombre colosal se enfrenta a otro en un duelo tan respetuoso como despiadado, aunque los campeones suizos son más musculosos y tienen menos grasa corporal que los luchadores de sumo.
En 2016, en Estavayer-le-Lac, el estadio alcanzó su capacidad máxima con 52 016 espectadores por día. El de Zug acogió a 56 000 personas, mucho más que el estadio del Festival de la Vendimia. «Siempre es el estadio desmontable más grande del mundo. En Estavayer pudimos demostrar que en la Suiza francófona también éramos capaces de organizar un evento tan importante», dice Gabriel Yerly. Cuando se trata de la lucha suiza, no hay nadie más apasionado que este erudito granjero de Friburgo.
Fue el vice-presidente del festival de Estavayer y es el mejor luchador vivo de la Suiza francófona. Entre 1983 y 1992, participó en cuatro campeonatos: en 1989 en Stans, en el cantón de Nidwalden, fue coronado subcampeón. Históricamente, solo fue superado por Willy Lardon del cantón de Vaud, quien ganó los campeonatos de 1937 y 1943. Los festivales se celebran una vez cada tres años y las cinco asociaciones de lucha regionales se turnan para organizarlos. «Son nuestros propios Juegos Olímpicos», dice Yerly. «No hay lucha en pantalones como estos en ningún otro lugar».
Rey de por vida
El honor máximo, casi sobrenatural, es ser coronado rey del festival. Jörg Abderhalden de St Gallen, tres veces campeón en 1998, 2004 y 2007, es el más famoso de todos los luchadores. «Una vez que te nombran rey, eres rey de por vida. Nunca te lo podrán quitar. Cada vez que un rey asiste a un campeonato, se lo anuncia y toda la multitud se pone de pie para saludarlo».
Durante todo el verano, Blick – el periódico más popular de Suiza, con sede en Zúrich – dedicó innumerables páginas al próximo festival y sus luchadores favoritos. El Schwingen se practica casi exclusivamente en la parte alemana de Suiza. En la parte francesa se limita principalmente al cantón de Friburgo. «Mi padre era granjero», dice Yerly. «Comencé muy temprano cuando solo tenía nueve años, luchando como luchador junior en Gruyère. Quedé cautivado desde el comienzo».
2 metros de alto, 150 kilos de peso
En la Suiza central los pastores alpinos ya luchaban en el siglo XVII y desde entonces las reglas del deporte no han cambiado. En el círculo de aserrín, los luchadores se sujetan de los pantalones cortos; el objetivo es derribar al adversario y conseguir que los hombros se mantengan contra el suelo, en cuyo caso tres árbitros otorgan un puntaje de 10 puntos. Hay unas 50 diferentes tomas posibles y no hay categoría por peso. Uno de los favoritos para Zug, Christian Stucki, mide 2 metros de alto y tiene un pesaje impresionante de 150 kilos. En sus épocas de campeón, Gaby Yerly pesaba unos 108 kilos y medía 1m85, por lo cual no era de los más grandes en este deporte. «Por supuesto, el peso y la fuerza son importantes, pero muchas veces la velocidad es lo que marca la diferencia. Y yo era uno de los más rápidos».

El Fair play es sagrado
A pesar de los crecientes intereses que rodean al deporte, el respeto por el juego limpio sigue siendo sagrado. Por ejemplo, el ganador siempre le quita el aserrín de la espalda a su contrincante. «Es un gesto bastante simbólico. El Schwingen siempre se practica en un espíritu de juego limpio», dice Gaby Yerly. «Nunca veremos, por ejemplo, a un luchador protestando la decisión de un árbitro, aun si se cometió un error obvio, cuando esto es algo bastante común en otros deportes, en especial el fútbol». En Estavayer, las temperaturas fueron sofocantes durante los tres días y la cerveza y el schnapps fluyeron en abundancia, pero no hubo incidentes ni violencia. «Ni siquiera fuera del estadio», comenta Yerly. «No venimos a un festival de Schwingen a descargar nuestra frustración. Es una salida familiar donde la gente viene a divertirse. La lucha es un deporte noble, viril pero respetuoso».
Un toro para el rey
Durante el festival también se desarrollan otras competencias suizas tradicionales, como el hornussen y el lanzamiento de piedra, todo con la trompa alpina tocando de fondo. De muchas maneras el festival representa la perfecta imagen de postal de Suiza: idealizada, rural, aun apegada a sus tradiciones a pesar de abrazar la modernidad. «Me gusta la atmósfera de aquí. Todos se conocen, y el adversario muchas veces es también un amigo. Ninguno reclama el Schwingen para los suyos, tú sabes, no se necesita jugar a la política para mostrar que amas a tu país».
Tradicionalmente, el rey de la lucha recibe un toro – no dinero en efectivo – y la publicidad está prohibida dentro del estadio. No obstante, el contexto ha cambiado. Se espera que el presupuesto récord de Estavayer de CHF 33 millones sea superado en Zug, donde se estima será de más de CHF 40 millones, gracias a su popularidad entre los patrocinadores. Hoy, los reyes de la lucha son estrellas, y los canales de televisión de habla alemana se pelean para que aparezcan en sus programas. El rey está autorizado a tener patrocinadores durante su reinado, y con la ayuda de su representante puede aspirar a ganar entre CHF 1,5 y 2 millones en tres años. En 2007, Jörg Abderhalden fue nombrado hombre del año en Suiza, por encima de un tal Roger Federer, que por si no lo recuerdan acababa de ganar tres Grand Slam. Pero al menos hasta ahora, a pesar de su evolución, el Schwingen nunca cayó en la trampa de otros deportes y retuvo sus valores originales que son tan preciados para el público.
